Este año, el comienzo de las clases viene accidentado.
Para empezar, lo de la máquina del tiempo. Resulta que volviendo de las
vacaciones encontramos el camino muy congestionado. No tomamos en cuenta que
Marte está en su punto más próximo a la Tierra, y todo el mundo aprovecha para
volver el mismo día que nosotros. Parece mentira que unos pocos millones de
kilómetros te lleven horas y horas, pero es así.
La cuestión es que vamos a llegar mañana, y papá tendrá que pagarme un día
de máquina del tiempo para que pueda venir hoy a la escuela. En otras palabras:
ahora estoy acá, con mis compañeros, mientras a la vez nos arrastramos desde
Marte en un viaje lentísimo. Mejor no me pidas los detalles.
A las ocho de la mañana aparezco con guardapolvo mochila en la puerta de la
escuela. Pero la escuela todavía no está puesta. Claro, como el espacio escasea
en la ciudad, durante el verano desarman las escuelas, las guardan en algún
depósito en órbita y usan el lugar para otra cosa. Pero nadie se da cuenta de
que armar una escuela es complicado, y nunca terminan a tiempo de armarlas otra
vez. Tenemos que preguntar, mis compañeros y yo, por dónde andan los pedazos.
Nuestra aula está en un camión enorme, de los que se usan para transportar
aulas. El robot conductor nos mira con mala cara, tal vez porque es la única
que tiene y no la puede cambiar. Subimos y una vez adentro empezamos a
saludarnos a los gritos como corresponde.
A la maestra le lleva un rato calmarnos. Cuando piensa que podemos oírla
empieza a decirnos algo sobre bienvenidas, etapas de la vida, el año que se
inicia y todo eso. Se la ve un poco distraída, como si no pudiera enfocarnos
bien con la mirada. Y de pronto, en mitad de una frase, titila. Titila, sí,
como una estrella en medio de la noche o la pantalla de la computadora cuando
fallan las conexiones.
- ¡Es un holograma! - grita alguien.
- ¡Sí, chicos- confiesa la maestra mientras se golpea una oreja para
arreglar el mecanismo-! Es que estoy en la ruta de Marte y el tránsito anda muy
lento. Pero no se preocupen, llego en persona dentro de un ratito...
Ése es el principio de uno de los “CUENTOS DE OTROS MUNDOS”, de Eduardo
Abel Giménez.
En este libro hay mucha información importante por si viajás a otros mundos
o al futuro. Por ejemplo: cómo es un día de clases cuando la maestra es un
holograma, cómo es un viaje de descanso a través del del Vacacionatrón, cómo
disfrazarte de frofiflaflo si sos un ángel secreto, o cómo intenta invadir la
tierra un bichito de luz con superpoderes.
Otra genialidad de Eduardo Abel Giménez que escribe cuentos de ciencia
ficción, humor y poesía y a veces todo al mismo tiempo.
Este escritor argentino, nacido en Morón, que además es músico, editor,
bloguero y tallerista, publicó más de veinte libros, entre los que se destacan:
EL FONDO DEL POZO, DÍAS DE FUGA DE LA PRISIÓN MULTIPLICADA, BICHONARIO, UN
PASEO POR CAMARJALI, MONSTRUOS POR EL BORDE DEL MUNDO, LA CAJA MÁGICA, QUIERO
ESCAPAR DE BRIGITTE, COMO AGUA, LA CIUDAD DE LAS NUBES y otros.
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