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lunes, 13 de noviembre de 2023

Teatro y literatura infantiles para tiempos urgentes: la propuesta de Mónica Rivelli (Aguatuya)

Marcela Beatriz Sosa


“Un niño con un libro de poesía en las manos 
nunca tendrá de mayor un arma entre ellas.”  (Gloria Fuertes)

El epígrafe de la poeta española Gloria Fuertes (1917-1998) es un buen pretexto para hablar hoy de la obra teatral infantil de Mónica Rivelli, Aguatuya, de reciente edición. Una suerte de malentendido suele alejar la literatura seria, de compromiso, de la producida para niños, como si ambos universos nunca pudieran intersectar. Y este es un grave equívoco que intentaré disipar muy brevemente. La fundamental responsabilidad que tienen la literatura y el teatro infantiles (y tuvieron siempre, aunque no lo hayamos percibido) es que ese primer contacto del niño con el arte de la palabra, en sus múltiples dimensiones, lo marca de por vida (o no lo marca, si no ha tenido la fortuna de vivirlo). Y en tiempos donde no dejamos de avizorar un futuro difícil para nuestra patria y para nuestro planeta, donde toda esperanza está en esos niños que forjarán el mañana, es decisivo el contacto con textos culturales, literarios y teatrales que atiendan a las problemáticas de nuestro horizonte actual y, lo que es más importante aún, a las que presidan el horizonte de aquellos adultos en los que se convertirán los niños de hoy.

Nora Sormani (2004) define el teatro para niños como aquel que involucra al espectador infantil desde un régimen de experiencia cultural que le es específico, desde su particular forma de estar en el mundo, ya sea por la interiorización de los creadores –porque ellos se lo destinaron específicamente- o por apropiación del público o lector infantil. Pero, además, puntualiza y precisa las poderosas potencialidades del teatro infantil con respecto al niño:

[…] conecta al niño con el mundo del arte y le abre las puertas de la sensibilidad estética, de la reflexión, de la capacidad de emocionarse, reírse y llorar, de comprender diferentes visiones de la vida y del mundo. A la par que los divierte, va desarrollando en los niños una formación humanista que los torna seres más nobles y sensibles. El teatro es un lenguaje que trabaja con la interrelación de las artes: en él se reúnen la literatura, la música, la pintura, la danza, el canto y el mimo. En la Argentina se lo considera uno de los intermediarios fundamentales entre los chicos y la literatura, ya que, especialmente en el caso de las adaptaciones, invita a recuperar lo visto en escena, a posteriori, a través de la lectura o la relectura de aquellas obras que fueron adaptadas. (ibid.)

 

Mónica Rivelli -profesora en Letras, con una cuantiosa experiencia en la enseñanza y en la escritura de textos teatrales (como De valijas y sorpresas, Melodías del viento, Un plan loco loco), con diversos premios en su trayectoria- lo sabe bien.  Con su seudónimo Moni Moni, como si ella también fuera un personaje de una de sus historias, apuesta a una literatura y a un teatro infantiles que no subestimen a sus lectores/espectadores, que no solo los haga cómplices sino que los comprometa.

Veamos lo que decimos en Aguatuya, su última producción teatral, a través de su intriga:

Escena I

Campesinos, niñas y niños disfrutan del agua y cantan en una laguna mientras la presencia de un Arcoíris ilumina toda la escena. Persiguen un pez azul. El viento y nubes oscuras anuncian el cambio de tiempo.

Escena II

Dos personajes alegóricos, el Viento y la Lluvia, discuten sobre sus funciones y su poderío. El primero se niega a ayudar a la Lluvia; desea quedarse solo a disfrutar del lago.

Escena III

De noche, una canción de cuna prepara la llegada al lago de dos sapos que se confiesan su amor. Su idilio se interrumpe por la amenaza de un lagarto. Se oye el zumbido del viento.

Escena IV

Los niños Sami, Cusi y Kumya intentan jugar en el lago, ahora convertido apenas en un charco por la acción del viento. Sienten sed y hambre. Los animales que los rodean también padecen la falta de agua.

Escena V

La abuela Kimich prepara la comida con alimentos que han resistido la sequía mientras les canta sus propiedades a los niños.

Escena VI

Pacha, en forma de una mujer anciana cubierta de hojas que emerge de la tierra, se aparece ante el Viento y lo hace reflexionar sobre su poder para generar lluvia. Al acceder, la Lluvia se hace presente inmediatamente y es soplada hacia el sur. Los niños llegan a tiempo para festejar la caída del agua.

 Escena VII

 Campesinos y niños bailan felices mientras el Viento se va con sus alas extendidas sobrevolando entre el público. Kumya sabe dónde irá el Viento porque lo soñó.

Escena VIII

El Sapo y la Sapa planean su boda junto al agua clara del lago.

Escena IX

Apoteosis del agua: en medio de los colores del arcoíris, todos cantan, bailan y juegan con el agua, mientras la abuela cocina y se oye la voz de Pacha.

              La sencilla intriga, que he intentado resumir, evidencia, sin embargo, una red de sentidos que se van entrecruzando. Como afirma Hugo del Barrio, quien tiene a cargo el prólogo de la obra:

Temas tan importantes como el cuidado de la naturaleza en manos del hombre y el peligro de la escasez de agua son tratados en la obra, sin descuidar lo estético. La poesía se cruza con lo teatral en el poema del juego infantil, en una canción de cuna que se escucha en el viento o en la que da alegría en un momento crucial de la obra. (2023, 12) 

Quisiera tomarme de sus palabras para agregar unas reflexiones sobre el gran tema que nuclea Aguatuya: el cuidado de la naturaleza. Con la sugestión de los componentes líricos y el poder evocador de la alegoría, Mónica “planta” en las cabecitas de sus pequeños lectores/espectadores una idea axial: la necesidad de un mundo equilibrado, puesto que el uso individual y egoísta de los recursos –simbolizado por el Viento y su actitud- solo puede acarrear el desastre ecológico y un serio, gravísimo, daño a las especies que habitan la tierra, no solo la humana. En ese Viento arrebatado, violento, indiferente a los pedidos de los otros, se corporiza la humanidad, la misma que se convierte en la primera víctima de su acción/inacción. Pues de ambas maneras podemos comportarnos ante las múltiples amenazas que pesan sobre nuestra naturaleza, encarnada tan bellamente por Pacha, la madre Tierra.

Si el primer valor que enuncia sin estridencias la obra es la conciencia sobre el mundo que heredamos y que debemos cuidar, hay otros como la solidaridad, el amor entre todos los seres –en una especie de escala cósmica-, la alimentación y la higiene del propio cuerpo, la conservación de los hábitos culturales, la capacidad de hallar algo positivo en todos los seres, la fiesta de la vida misma…, representada una y otra vez en todos los signos escénicos.

Para terminar mi presentación (y dejar espacio a las palabras de la autora), quiero referirme a un aspecto que quiero resaltar en Aguatuya: la utilización de recursos escénicos que demanda la obra y que supondrá un desafío al director que decida ponerla en escena. La voz en off, la música, los colores del arcoíris, el surgimiento de Pacha sobre el escenario, el sobrevuelo del Viento entre la platea, proponen una poética total, con apelación a todos los sentidos de los espectadores, que evoca las puestas simbolistas. Espero que todos esos signos, unidos a la potencia sugestiva y musical del lenguaje poético, confluyan en el espectáculo soñado por Moni Moni, para alegría, conciencia y fruición de niños… y adultos.
 

Bibliografía citada

del Barrio, Hugo, “Prólogo” a Aguatuya de Mónica Rivelli. Buenos Aires, Nueva Generación, 2023.

Sormani, Nora Lía, El teatro para niños. Del texto al escenario. Rosario, Homo Sapiens, 2004.