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lunes, 17 de junio de 2013

DE LIBROS, LECTURAS Y FERIAS...

UNA FERIA DEL LIBRO, MUCHAS “LECTURAS”, por María Belén Alemán

Acercarse a la Feria del Libro que se hace cada año en Buenos Aires es  de por sí una aventura diferente en medio del fragor cotidiano de una ciudad cosmopolita que nunca deja de asombrarnos. Ya en los semáforos en diagonal al zoológico, un grupo de actores pone en escena una breve performance llamando la atención de los apurados transeúntes que esperan poder cruzar cuanto antes y así ganarle el lugar a alguien en la cola para sacar o canjear entradas. Los actores logran la atención de algunos y el fastidio de unos pocos. Su noble objetivo puede más, “escolaridad para todos los adultos aún no alfabetizados”, y el cierre de telón, imaginario, claro, arranca los aplausos de hasta los más tímidos que ya empiezan a cruzar la avenida con una sonrisa. Y sí, todo puede pasar en esta ciudad y en las afueras de la feria… y adentro también, claro que sí.
Con el escritor Luis Ma. Pesccetti
Ya en el interior los libros se abalanzan sobre nosotros… sí, son los libros los que salen en busca de sus lectores contoneándose en mesas y estantes de stands unos más coloridos que otros, con ofertas, con novedades, con escritores firmando, con azafatas ya cansadas pero que intentan (aunque no siempre pueden) una sonrisa amable en medio del gentío que se apretuja frente a la mesa de “saldos y retazos” literarios. Grandes clásicos vendidos por monedas o autores olvidados y casi desconocidos que, aunque sea por las ofertas, esperan ser leídos. Todo vale para atraer lectores (¿o compradores?) en la jungla ferial.
Una escritora y lectora voraz y desordenada como yo suele preferir la tranquilidad de una librería y la paciencia de su librero. No obstante, para los que venimos del interior, la feria del libro en Bs. As. es una ocasión de zambullirse en el mar de libros y editoriales para buscar lo que no llega al interior o sólo llega por encargo. Porque, claro, cada librería responde, sobre todo, al gusto de sus clientes o a las novedades que impone el marketing y el mercado. Así que, las ferias suelen ser una oportunidad de empalagarse y disfrutarla a pesar de los codazos, de los pasillos repletos de gente, del ruido, de las largas colas para pagar o hacer firmar un ejemplar o del propio cansancio después de haber recorrido pasillos, stands, más pasillos y más stands.
Pero más maravilloso aún es descubrir que, a pesar de la tecnología que avanza sin pedir permiso, todavía hay gente, mucha gente de todas las edades, que se acercan a la Feria a buscar el libro de papel para olerlo, palparlo, hojearlo, subrayarlo, guardarlo en una cartera o mochila para después volver a leer y redescubrir. Y esto, a los fanáticos lectores “de papel” les da una tranquilidad inmensa. El libro no ha muerto… viva el libro… y ahora sí, me uno a la pléyade contemporánea… viva el libro en soporte papel, digital o lo que sea… mientras se siga escribiendo literatura y mientras siga habiendo lectores podremos seguir imaginando mundos, viviendo vidas ajenas, sufriendo los mismos dolores - por conocidos o descubiertos -, emocionarnos y con-movernos hasta lo inimaginable.

Arturo Pérez Reverte firmando libros (de saco azul)
Entonces, una feria puede ser sólo un paseo en familia, uno más, como quien va a la plaza o al shopping o  puede ser una posibilidad de encontrarse con el libro que lo estaba aguardando a uno, callado y agazapado pero ahí, esperando ser descubierto. Una feria puede ser un lugar para 
Ma. Belén Alemán en el stand de la provincia de Salta, con la
Lic. Mariela Paesaní.
reencontrarse con el lector olvidado, con el lector curioso, un lugar para cargar las energías literarias y saber que dedicar  un tiempo a la buena lectura, a este encuentro único e irrepetible con un libro… no es un tiempo perdido… sin duda, es un tiempo bien invertido. La feria es mi excusa para hablar de la lectura y la literatura como puentes entre los seres humanos, como lugar de encuentro entre almas sensibles, porque leer es una idea siempre genial que nos permite descubrir al otro y descubrirnos.