Presentación
del libro “Con ojos de asombro” de Beatriz Nallim, por la Prof. Patricia
Monserrat Rodríguez
En
el marco del Abril Cultural 2013 se presentó el primer libro de Recuerdos de
Infancia “Con ojos de asombro” de Beatriz Nallim. LecturArte estuvo acompañando a esta autora en esa inusitada
noche salteña.
Fue
tan agradable conocer a Beatriz aunque haya sido un ratito; su ternura, su
gratitud y sobre todo esa sensibilidad tan a flor de piel fueron los
sentimientos excepcionales que llenaron la sala de Conferencias de Casa de la Cultura de un clima más
que singular, fue cómo un instante en el que estuvimos colgados en el aire.
Nos
cuenta que escribió el libro para conjurar un poco la muerte de su hermano
menor y otro poco para reconstruirse después de esa pérdida. Freudianamente
elaboró sus escenas para que la memoria hiciera lo suyo. Y la memoria, dicen,
al evocar hace tres cosas: conservar recuerdos de todo tipo, recuperar
fragmentos de vida vívida y comprender el sentido de las cosas que nos suceden.
De pronto nos descubrimos, con ojos de asombro, sentados sobre una calabaza,
comprendiendo al final, un gesto, una mirada, una imagen que nos persigue.
Beatriz
Nallim tuvo una infancia que la sobreilumina, ella se pone a la sombra y hace un poco de todo simple en el proceso:
nos cuenta que escribió las escenas de su infancia tal como le iban emergiendo
en la memoria, que no tuvo un orden preciso ni hubo premeditación en la
escritura. Las palabras y las imágenes fueron estableciendo sus complicidades propias,
urdiendo relatos simples de leer, salpicados de nostalgias y datos de la Salta o el Tucumán de antes.
Pero más que nada, su obra tiene el valor de hablar sobre una niñez que casi se
ha perdido, de una infancia que se resguarda en corazones delicados, que se
alimentan de primores y esmerados sucesos familiares, escolares, religiosos,
vacacionales.
“Con
ojos de asombro” rememora cómo era andar en sulky alrededor de la plaza,
qué pasaba cuando la niña se enferma o cuando le nace el hermanito que de tan
arrugado “parece un viejo”, o cuando se le estremece el alma en llanto ante la
ominosa presencia de la muerte del tuquito veraniego. Beatriz crea con muy
pocas palabras imágenes potentes, apela a los niños de provincia que fuimos, a
esos niños que la globalización y la deshumanización los ha convertido en
piezas arqueológicas, casi de museo.
En el
libro también hay espacio para los malos recuerdos, como el de la maestra que
desprotege a la niña en el acto escolar, o como la proscripción política obliga
a la familia a completar el paseo familiar en un silencio amargo. Y algunos
otros momentos en los que la
Beatriz niña no la pasa bien, ni puede guardar en su álbum
mental nada que le evoque una sonrisa o un brillo de esos que son tan usuales
en su mirada. Claro que la mayor parte de sus escenas está poblada de una
abuela impresionante, de una madre amorosa y de un padre presente amén de una
galería de primos y amigos de la escuela.
Para
cerrar elijo decir que el asombro con el que Beatriz comparte sus escenas de
infancia surgen de una dis-posición generosa y tierna, de una posición frente a
la niñez actual y de una sensibilidad dis-puesta a dar de nuevo lo que más
atesoró entre la frontera de Salta y Tucumán, donde pasó sus buenos años,
alguien dijo: los años que la salvaron.
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