
Al momento de escuchar la noticia de su muerte comenzaron a desfilar por la casa El mono liso bailando el Twist en el País del no me acuerdo, mientras la Reina Batata temblaba de miedo en la cocina y la tortuga Manuelita partía en busca de su novio. En mi jardín floreció “una flor y otra flor celeste del jacarandá”, a lo lejos escuchaba a la vaca de Humahuaca rumiar su lección y Osías, el osito era invitado a tomar el té con tetera de porcelana que no se ve, “yo no sé por qué”.También aparecieron el elefante Dailan Kifki, Doña Disparate, Tutú Marambá, los locos animales del Zoo y los divertidos personajes de Gulubú. Basta abrir un libro de Ma. Elena o escuchar alguna canción para querer seguir haciéndolo, señal de que está y estará siempre viva entre nosotros, con sus ojos transparentes y su valiente sonrisa. Sus poemas, obras de teatro, ensayos, cuentos y canciones seguirán dejando huellas, trascendiendo fronteras y generaciones.
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